Postales Lejanas
Nunca más se volvió a oír de el. Así empieza
esta historia.
La familia Fernández
decidió mudarse a una tradicional mansión de cuentos. Enorme, con una
arquitectura esplendía y muy hermosa. Pero la duda revoloteaba por sus mentes: ¿Por
qué nadie vivía allí? Estaba abandonada. Era una casa muy especial ya que un
homicidio había sucedido y nadie nunca pudo saber quien había sido el culpable.
Luego de pasar un día
muy movilizante, todos en la familia se fueron a dormir. Escogieron sus
cuartos, ya que había muchos: uno para los padres y otro para el pequeño
Manuel.
El niño daba
vueltas y vueltas, no podía dormir. De repente, se empezaron a oír pasos que provenían
de la escalera. Manuel se quedo duro, no podía casi respirar, sentía y
escuchaba su corazón latiendo a una velocidad incontrolable. Pero se convenció
de que era su imaginación y se quedo dormido.
Al día siguiente
Manuel encontró una postal bastante particular, con la imagen de un cucharón y
un reloj marcando las dos de la madrugada. No entendía por qué decía eso y continúo
con su día.
Fue entonces cuando
el reloj marcaba las dos am. Ni un alma rondaba por la casa, pero el niño pudo
escuchar un espeluznante grito desde la cocina.
En la mañana, la
segunda postal apareció. Esta vez la imagen de una bañera y nuevamente el reloj
marcando las 2 de la madrugada.
En el medio de la
noche Manuel se despertó y encontró en el baño la última postal. El reloj dio
las dos am. Una sombra oscura apareció en la bañadera. Manuel salio corriendo y
se escondió en una de las habitaciones de la casa. Allí, encontró un diario con
una entrevista del último inquilino de aquella casa, el hombre advertía que
postales mágicas eran enviadas por un espíritu maligno que habitaba en la vieja
mansión, pero todos lo creyeron loco. Hasta que apareció muerto en su propio jardín.
Asustado, dejo el
diario a un lado y tres nuevas postales se hicieron visibles. La imagen de una
escalera, una puerta y un jardín atormentaban la inocente mente del niño. Allí
escrito: “Ultima oportunidad”.
Manuel salio
corriendo, aterrorizado bajo las escaleras. Sentía manos tirando desde sus
tobillos. Salio por la puerta sintiendo un aire que le atravesaba el cuerpo. Hasta
que llego al jardín y cayo, vencido, al suelo. Nunca mas se volvió a oír de el.
Fin